Mencioné con anterioridad que hay dos importantes problemas contemporáneos (para nosotros y la época en la que se escribió el juego original) que se despacha Cyberpunk 2020 de una manera torpe, brusca e infantil. Casi parece advertencia sobre lo que nos esperaba en la tercera edición (inédita en España, conocida como Barbiepunk) y es que esta gente lo que no tomaba de obras del género les quedaba algo... mal, para que negarlo.
Estos asuntos son el circuito mundial de tráfico de drogas duras y Oriente Medio, su efervescencia política y sus oleadas de terrorismo. En Cyberpunk 2020 lo veían muy sencillo ¿La droga es mala? enviamos al ejército, matamos a los narcos y quemamos los campos. Da igual la soberanía de los países, que sean muchos, que se produzca en más lugares aparte de latinoamérica... En cuanto al terrorismo, asunto siempre muy reciente, presente y doloroso, creo que basta ver las noticias para comprender que tirar bombas nucleares no solucionaría el problema, pero esa es la estúpida solución del clásico Cyb.
Abordar estos asuntos peca de ambicioso para lo que supone la estructura o paciencia ajena que se obtiene de un blog, pero me gusta aproximarme a ello, aportar algo, veremos cómo queda lo que tengo que contar sin esperar con ello agotar el tema o dar conclusiones lapidarias. En esta serie de posts bailamos o jugamos con la idea de apechugar realizar un juego ciberpunk heredero del clásico. Hoy vamos a hablar de droja, la necia droja, que no debería faltar en un entorno de ficción urbana futurista. Veamos cuanto podemos avanzar o comprender sobre ella.